grabados rupestres

donde se unen la tierra y el cielo

donde se unen la tierra y el cielo
En La Palma, la arqueología y la astronomía han cruzado las miradas, unos al suelo y otros al cielo, para coincidir en una misma dirección, interrelacionando las observaciones hasta confirmar la importancia de los atros entre los antiguos habitantes de Benawara.
“adoraban al Sol, la Luna y otros planetas” (Alvise Ca’da Mosto, 1455-1457)

"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).





jueves, 19 de marzo de 2009

El sistema comunal de pastoreo de cumbre entre los awara

Nos enteramos por la prensa que el Cabildo de La Palma, dentro de la programación de trabajo del equipo redactor del Plan Integral de Gestión del Pastoreo en los Espacios Protegidos de la Isla, ha mantenido reuniones de trabajo con varios colectivos relacionados con la actividad ganadera y pastoreo en los municipios de Tijarafe, Puntagorda y Garafía, teniendo como objetivo analizar la situación de la ganadería caprina en esa comarca, y el aprovechamiento de pastos y recursos forestales. No se si han llegado a alguna solución sobre la mejor manera de gestionar una práctica ancestral que creemos necesaria recuperar de una manera controlada. Seamos sabios y copiemos de nuestros predecesores los aborígenes, de los que tenemos mucho que aprender.

La gestión de los territorios de pastoreo era vital para la subsistencia de la comunidad -referido a toda la Isla-. Los primeros awara que llegaron a La Palma encontraron un verdadero vergel para sus ganados. Los pastos son muy abundantes en un territorio elevado, lo que permite una flexibilidad de aprovechamientos de los distintos pisos vegetales en diferentes períodos del año.
Emiliano Oliva Hernández nos envió un correo electrónico con un documental sobre el sistema ancestral del agdal que los mesioua bereberes crearon para gestionar el yagur -territorio de pastos para el ganado- de los pueblos bereberes del Alto Atlas marroquí.
Un agdal es un sistema de origen bereber que consiste en la reglamentación del acceso a un recurso natural, siendo utilizado prácticamente por todas las comunidades del Alto Atlas y del sur de Marruecos. Este recurso puede ser un bosque, forraje para las cabras y las ovejas, o incluso, una tierra de labranza. El agdal se rige por unas fechas concretas de apertura y cierre de un espacio durante un periodo determinado del año. Esto favorece significativamente la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad, y por otra parte, la cohesión social en la gestión de los recursos naturales de subsistencia de los pueblos, reforzando así la convivencia y su sentido de grupo entre las tribus, familias o aldeas. Es un principio de igualdad que se mide equitativamente entre todos.
Su base tiene unos claros fundamentos de producción material y económica, pero con una fuerte influencia religiosa, donde el sentido de lo sagrado construye un significado que ordena el territorio de diversas fracciones repartidas en lo valles de la cordillera del Atlas. La mayoría de las distintas comunidades tribales todavía rinden culto a un santo o santón que constituye el referente unificador del grupo humano, al cual, después de la apertura del agdal y por medio de celebraciones rituales, ofrecen animales, vegetales, grano o mantequilla, augurando así la prosperidad y la fecundidad de la comunidad (http://www.antropologiavisual.net/2007/agdal-voces-del-atlas/).
Los awara fueron unos eternos trasterminantes*. En verano, cuando el Sol ha quemado los pastos de las costas y medianías, se desplazan a los terrenos comunales de cumbre, demarcados en torno al contorno exterior próximo a la Caldera de Taburiente, por encima de los 1.700-1.800 m de altitud, donde empiezan a proliferar los campamentos, y las paredes internas del gran cráter de Taburiente.
Al igual que los pueblos bereberes de Atlas, el acceso a los pastos comunales de cumbre estaba regulado por un consejo que abarcaba a toda la Isla. Durante unos 3 o 4 meses, en primavera, se cerraban estas áreas de pastoreo al ser el período más sensible de crecimiento y reproducción de las plantas. No se pastoreaba las cumbres hasta que las semillas maduren. Evidentemente, el cierre no se hace con barreras físicas sino por la moral y los derechos tradicionales. Esto no quita que hubiera otras zonas de pastoreo permanente en la Isla -Cumbre Vieja y Cumbre Nueva-. Es un sistema usado para permitir la reproducción de las plantas del año siguiente. La entrada de animales durante el cierre estaba castigada por leyes consuetudinarias. Con la conquista y colonización castellana, desde el siglo XV, la sobreexplotación de los recursos vegetales hizo desaparecer algunas especies y otras quedaron casi en extinción. Hoy, la gestión de Parques Nacionales intenta su recuperación.


A partir del mes de abril comienza sutilmente la floración de las cumbres, las violetas son de las primeras en enseñar sus encantos lilas, hasta que el amarillo comienza a monocromar el paisaje. Su máxima madurez se produce en junio/julio. ¿Sería la llegada del solsticio de verano o la primera Luna llena del verano el instante que marca la apertura de los campos de pastoreo comunales de cumbre? No lo podemos confirmar, pero sí que el mundo mágico-religioso refuerza el sistema de pastoreo. Son los dioses los que mandan en estos territorios sagrados. La norma ritual de verano entre los mesioua del Atlas consistía en sacrificar animales para conciliar las fuerzas telúricas, los demonios, y así favorecer la fecundidad de los propios animales, de los hombres, la vegetación, la lluvia, etc. Todo va junto.
El sentido de comunidad está fuertemente arraigado en todos estos pueblos ancestrales. En verano, las cumbres más altas de La Palma se convertían en un hervidero por el trasiego humano y animales, momento que se aprovechaba para estrechar las relaciones sociales.
A partir del siglo XVI, después de 2.000 años de armónica convivencia, se inicia una nueva era. Los pastores históricos fueron perdiendo la práctica ancestral, se impone el individuo sobre el grupo; los pastizales de cumbre se desacralizan y se convierten en objetivo de explotación económica. Los dioses han cedido la propiedad de l terreno a favor del humano. Esa individualidad los conduce a vagar en la ilegalidad y suben los animales antes de que las semillas maduren, lo que provocó la desaparición de las especies más frágiles y la propagación de las más resistentes -codeso-. Los pastizales se sobreexplotan y pierden calidad. En la década de 1980 se prohibió el pastoreo en las cumbres para dar paso a impactantes construcciones del complejo astrofísico, siendo Parques Nacionales el encargado de recuperar parte de la flora que está en peligro de extinción.
Comparen y valores ustedes. ¡Qué sabiduría la de aquellos “primitivos” que vestían con pieles de cabras y ovejas! Por memoria a nuestros antepasados, por el bien de nuestra identidad ancestral, debemos retomar parte del orgullo que demostró tener este pueblo de pastores sabios.

*Trasterminancia: desplazamientos en distancias cortas de los rebaños para uso y explotación de los recursos forrajeros. En el caso de Canarias, de costa a cumbre.

Publicado el el periódico "La Voz de La Palma" marzo 2009

jueves, 5 de marzo de 2009

Plinio, Junonia Mayor y el templo de piedra




Hay muchas formas de abordar el pasado. Desde los distintos campos de la ciencia, cada ensayista da respuestas, más o menos acertadas, a los numerosos interrogantes que plantean las fuentes arqueológicas y los textos escritos. Casi todos los cronistas y geógrafos de Canarias han tratado de interpretar los textos de Plinio el Viejo priorizando la identificación de cada una de las islas con sus referencias, al resto de la información. “Las interpretaciones del texto de Plinio se han orientado tradicionalmente a reconocer en él cada una de las siete islas que conforman el archipiélago canario, ubicándolas en ocasiones de Oriente a Occidente; otras veces en sentido contrario y, en la mayoría de los casos, haciéndolo conjuntamente y seleccionando de manera arbitraria los nombres de las islas, según la conveniencia de cada autor a la hora de su interpretación” (Antonio Tejera, ddd.uab.es/pub/faventia/02107570v23n2p43.pdf).
Es probable que Plinio no estuviera en las Islas Canarias, sin embargo consiguió testimonios de fuentes directas a los que dio forma y sentido, a expensas de cometer errores. Se puede aceptar y compartir, por tanto, la conclusión a la que llega el filólogo Juan Álvarez Delgado (1945) de que en Plinio resulta clara, exacta y explicable la situación geográfica, sus orientaciones de navegación y distancias relativas y los datos y características de las Islas. Los datos compilados por el autor romano no son producto de ninguna fantasía, no se puede inventar algo así cuando se aportan datos tan concretos y fidedignos sobre la geografía de Canarias.
Sabemos que es arriesgado, pero debemos hacerlo cuando las evidencias se nos muestran. Al día de hoy estamos en disposición de aplicar modelos activos y reflexivos en una amplia gama de fuentes que nos ha posibilitado obtener una visión de conjunto más profunda para acceder al conocimiento. Nuestra intención es aportar, con humildad, una nueva respuesta a la misteriosa presencia de un templo en Junonia recogido por Pinio el Viejo en el siglo I d.C: “alteram insulam Iunoniam appellari, in ea aediculam ese tantum lapide exstructam”, traducido por J. Álvarez Delgado de la siguiente manera: “La segunda isla se llama Junonia y en ella solo hay un pequeño templo erigido en piedra”. El párrafo no es cualitativamente pobre; al contrario, condensa todo un pensamiento de una forma increíblemente explícita e implícita. Pocas veces una frase tan pequeña ha desatado toda una gama de explicaciones variopintas.
Plinio es el escritor antiguo que ha dejado una descripción más detallada de las Islas Afortunadas. Menciona varias expediciones realizadas en el cambio de era, destacando la del general cartaginés Hannón que atravesó el estrecho de Gibraltar y navegó costeando África y la del rey Juba II de Mauritania que recorrió las islas del Archipiélago Canario. Algunos investigadores llegan incluso a dudar de la veracidad de estos viajes.
El fraile franciscano Abreu Galindo estuvo en la isla de La Palma a finales del siglo XVI recopilando datos sobre las formas de vida y las creencias de los antiguos awara. Conoció el texto de Plinio y fue capaz de realizar unas breves reflexiones:
“… la llama Junonia Mayor por nombre particular; que, según la denominación y señas que da de esta isla, en decir que no tenía más de una casilla hecha, algunos han querido interpretar este nombre, que signifique en nuestro castellano ; diciendo que aquella casa que Juba refiere, fuese templo de la diosa Juno; que, según la disposición de la isla y falta de gente, se hiciese por algunos aquel pequeño templo… Pero, considerando que el mismo nombre le ponen a la isla de La Gomera Plinio y los demás, con sola diferencia de Mayor y Menor, y que no hace mención que en la isla de La Gomera hubiese rastro de edificio alguno, me resuelvo en no ser cierto haberse dicho Junonia por la casilla, sino por ser esta isla muy alta”.
En otra parte del tratado, Abreu Galindo destaca los amontonamientos de piedras como los elementos más relevantes de la religiosidad indígena:
“Eran estos palmeros idólatras; y cada capitán tenía en su término adonde iban a adorar, cuya adoración era en esta forma: Juntaban muchas piedras en un montón en pirámide, tan alto cuanto se pudiese tener la piedra suelta; y en estos días que tenían situados para semejantes devociones suyas, venían todos allí, alrededor de aquel montón de piedra, y allí bailaban y cantaban endechas, y luchaban y hacían los demás ejercicios de holguras que usaban; y estas eran sus fiestas de devoción. Pero no dejaban de entender que en el cielo había a quien se debía reverencia; y al que ellos entendían que estaba en el cielo, lo llamaban Abora”.
Y, por último, el fraile franciscano remata sus aseveraciones con que tenían gran cuenta con los días, por las lunas, a quien tenían en gran veneración, y con el sol. En este sentido, existen más de una decena de citas que mencionan al Sol, la Luna, las Estrellas y la montaña como objetos de culto entre los antiguos canarios. Por ejemplo, en los contenidos históricos del ingeniero militar Leonardo Torriani, que también estuvo en La Palma a finales del siglo XVI, se señala a las montañas como lugares de culto, mediante la realización de rituales con derramamientos de leche.
Los investigadores A. Mederos y G. Escribano recopilaron de una manera sencilla las diferentes variaciones y connotaciones de la famosa frase de Plinio referida a Junonia Mayor: “De la segunda isla, Junonia, sabemos que tenía un «pequeño templo construido tan sólo de una única roca» (Díaz Tejera, 1988: 14), un «templecillo construido únicamente con una sola piedra» (Bejarano en Plinio, 1987: 136), «pequeño templo [aediculam] erigido en piedra» (Álvarez Delgado, 1945: 31-32), «templo pequeño construido en piedra» (García y Bellido, 1967: 25), o un «templete construido con piedra» (Arribas en Plinio, 1998). Solino (56, 16-17) dice que se trataba de «un templo [aedes] pequeño que remata torpemente en punta» (Díaz Tejera, 1988: 22), lo que sirvió a Müller (1883: 754) para proponer la lectura de «un templo construido groseramente en lo alto». Estas traducciones recuerdan a los templos abiertos fenicio-púnicos donde figurarían un ara y uno o varios betilos de piedra. Se ha planteado que podría tratarse de «cualquier vestigio de construcción existente o incluso algún elemento natural de características singulares, como un[a] montaña» (Delgado Delgado, 2001: 32). Sin embargo, como señala Díaz Tejera (1988: 22, n. 73), se trataba de una construcción de culto y no de una simple casa por el empleo de la palabra aedicula. Este pequeño templo no era un simple altar visitado irregularmente, sino probablemente debería tener un culto estable (López Pardo, 2000: 90), lo que explicaría el uso del término de pequeño edificio cultual o templo, aedicula, diminutivo de un templo o santuario, aedes, no empleando tampoco el de simple altar que habría sido denominado ara (Ginouvès et alii, 1998: 8, 37-38, 48)” (Alfredo Mederos y Gabriel Escribano, www.dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo =265605&orden=1&info=link).
Una lectura espacial, geográfica, arqueológica y de posición astronómica, el intenso trabajo de campo, la práctica, nos ha llevado, sin pretenderlo, a una relación entre el templo de Plinio, los amontonamientos de piedras y el culto astral de Abreu Galindo y el culto a las montañas de Leonardo Torriani.
En la trastienda de todo esto se esconde la cualidad de las creencias religiosas de unas personas cuya cosmovisión se materializó en el templo (cosmos cultual) que cita Plinio. Nos asalta ahora una duda ¿Por qué se dedica a Juno? Juno es la más grande de todas las diosas, forma parte de la triada capitolina romana (Júpiter, Juno y Minerva). Se representa como una gran señora, a veces con un cetro. “Hay una probable etimología para Juno en la raíz protoindoeuropa *yeu-, ‘fuerza vital’. Aunque tal derivación podría ser consistente con un origen como Diosa Madre, es más probable que esta raíz se usara en el mismo sentido que otras palabras latinas derivadas de ella, como iuvenis (‘hombre joven’, con derivados tales como «juvenil» o «rejuvenecer»), lo que implicaría que la naturaleza de Juno anterior al sincretismo de la mitología grecorromana era más cercana a la Diana como diosa doncella de los nacimientos o la partería. Sin embargo, la absorción romana del mito griego reemplazó características primitivas de Juno con otras de Hera, extendiendo su dominio del nacimiento al matrimonio y promocionándola al papel de esposa de Júpiter y reina de los dioses (mitología)” (www.es.wikipedia.org/wiki/Juno). La diosa Juno, en la mitología romana, era la reina de los dioses, mujer y hermana del dios Júpiter. Era la protectora de las mujeres. ¿Podemos encontrar en Juno los atributos de Abora?
Por otro lado, enlazando la asociación anteriormente expuesta del templo de Plinio con los amontonamientos de piedras, el Sol y la montaña, la famosa frase “y en ella sólo hay un pequeño templo erigido en piedra” ¿se trataría realmente de un templo o de un concepto más amplio de espacio cultual?
El espacio sagrado tiene por efecto destacar un territorio del medio cósmico circundante y de hacerlo diferente; estos espacios se revisten de signos, códigos y lenguajes que indican la sacralidad del lugar, la orientación, las formas… y los procesos de comunicación que mantienen con otros espacios sagrados, los cuales proveen el equilibrio necesario para la subsistencia de los individuos o grupos. Así, el territorio sagrado constituye la lógica que las distintas comunidades adoptan para la construcción y simbolización de su entorno.
Plinio sólo destaca una cosa de Junonia Mayor y debió ser lo más importante. Si hay un rincón, por excelencia, en la isla de La Palma que contenga la mayoría de los ingredientes de la cultura material religiosa awara, cercano a lo que pretendía Plinio resaltar, este sitio se encuentra en un área de apenas 400 m2, en una cota de 2.180 m s n m, sobre un rellano que se sitúa en la misma base de la montaña más alta de Isla, el Roque de Los Muchachos. Allí los awara construyeron el principal santuario religioso de la prehistoria de la isla de La Palma, un verdadero monumento al cosmos. El recinto cultual del Lomo del Llano de Las Lajitas se compone de 18 estructuras de piedras, delimitadas por un perímetro de grandes lajas hincadas y cerca de un centenar de símbolos geométricos grabados en las piedras directamente asociados. Este lugar está totalmente incorporado a la gran montaña sagrada y a dos momentos temporales claves, la aparición del Sol durante el solsticio de invierno por su cúspide y la Luna llena del verano, cuyo ciclo es de 18,6 años. Se trata, pues, de un lenguaje simbólico que refleja un profundo conocimiento astronómico. ¿Es realmente una casualidad que coincidan el número de amontonamientos de piedras con el número de años del ciclo lunar? Hay que verlo para creerlo. El que suscribe lo ha visto y lo sigue viendo todos los años.